En
la situación actual, con una pandemia que acaba con la vida de miles de
personas, la supervivencia es ante todo la principal materia en la toma de
decisiones en una empresa.
Frente
a las decisiones restrictivas tomadas por el gobierno y el caos generalizado
las empresas tendrán que tomar una determinación. Son muchas las evidencias en
webs de ello, tales como manuales como el de deloitte.
Pero sobre todo el análisis empresarial y económico basado en el beneficio
sería más bien preguntarse ¿qué aporta beneficio en tal giro de 360°?
Por ello fue que en pleno confinamiento lo más
vendido y necesitado por la población, por tanto, con demanda inelástica, hasta
el punto de ser requerido legalmente fueron las mascarillas.
No es extraño ver como gran cantidad de
empresas han dejado de fabricar lo que fabricaban para crear mascarillas, cuyo precio
en un principio no estaba estipulado a un límite.
Así lo establece El Diario, en su artículo que data del 15 de mayo de 2020: “un paquete de 50 mascarillas ha pasado de costar 3 euros a 100 euros. Uno de los muchísimos casos viene de Aracama, que tras producir herramientas excavadoras, pasó a producir mascarillas.
Pero no en todos los casos se habla de
mascarillas. En otro artículo de El
País, se comenta el desarrollo de diferentes reorientaciones industriales
en España a otros recursos necesarios como el hidrogel. Esto lleva a la
reflexión inicial.
La pandemia ha cambiado los hábitos de
toda la población y de las propias instituciones. Al final la economía no deja
de demostrarnos una vez más su característica de ciencia social hasta el punto
de reinventar establecimientos u horarios para adaptarse al horario vigente por
el gobierno hasta el “toque de queda” establecido durante el pasado invierno de
2022.
Tras un innumerable número de trabajadores
en erte, que acaba generando
una intervención estatal al provocar un completo freno en actividades económicas
antes bastante comunes, que afectan sobre todo al sector servicios.
La más conocida fue la presentada en abril
de 2020, en La Moncloa.
Reinventarse y avanzar más bien sería la
respuesta; ya que el avance y el estilo de ida perdurará también tras la
pandemia.
Muchos estudios afirman que poco a poco el
creciente e-commerce
desplaza poco a poco a las tiendas físicas. Como ejemplo, según
un artículo de El País, Inditex aumenta sus ventas por Internet un 77%,
cerrando 640 de sus tiendas físicas.
Lo que demuestra que una situación de caos
también puede fomentar el progreso tecnológico, y eso es lo que acaba
ocurriendo, a pesar de que notablemente baje su ingreso, consigue salir a flote
y duplicar sus dividendos.
No obstante, esto no significa que las
tiendas físicas vayan a desaparecer, de hecho un estudio
(expuesto en un artículo relativamente actual), representa que los españoles somos
los que más recurrimos a tiendas físicas incluso después de la pandemia,
estando concretamente en un porcentaje de confianza en estas del 70%, ocupando
el segundo lugar tras Francia. Por tanto, ¿por qué no equilibrar “lo anterior”
con “lo nuevo” y acceder a más público?
Aunque
no ocurra con todo, esta pandemia va a acelerar el curso tecnológico dando pie
a la desaparición cada vez más inmediata de algo tan común como las cartas
físicas, así lo expone Robert P. Crease, de una manera algo melancólica en su
artículo para El País, sobre cómo ha cambiado el curso de la historia el
mero hecho de la lectura de una carta.
Frente
a la reflexión hay que asumir que cuando menos se esperaba, un país tiene que
estar preparado para individualizarse, aumentar su tecnología y aplicar el desarrollo
para sobrevivir; al igual que ocurre con todos los agentes económicos; y las empresas
son unas más añadidas en todo eso.
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